Que hoy existe una falta de valores, que ya no hay reglas que rijan las actitudes y que el comportamiento es en exceso liberal, es actualmente una opinión bastante extendida en nuestro país. Ciertas gentes propagan una sensación de vivir en tiempos de inseguridad, de inestabilidad y de ruptura de un equilibrio, que proclaman defender; y justamente con los argumentos que más minan dicha posición, es decir, no se puede uno convertir en el profeta del Apocalipsis y pretender con ello vendernos la quintaesencia paradisíaca. No señor.
Esta ausencia de la que se nos advierte, o mejor dicho, el lamento por la pérdida de tiempos mejores, y no es casual que siempre son los que se marcharon, nos acecha por doquier. Yo no estaría tan seguro.
Más bien creo que se trata de una falta de perspectiva histórica, y del acelerado ritmo del estilo de vida que nos ha tocado vivir; nos guste o no. De la velocidad, del poco tiempo para asimilar los cambios, de la aparición de generaciones que parecen estar más distantes que nunca respecto de las inmediatamente anteriores, se puede desprender el porqué, la razón por la cual aparecen este tipo de defensores de la moderación.
Si hacemos caso y nos creemos que la ley, esas convenciones legales que expresan lo que consideramos esencial para la coexistencia mínima, ya no existe, y por favor no me la confunda con justicia, que no es lo mismo, me pregunto cómo es que sigue amaneciendo todos los días; que la cosa marcha, ni mejor ni peor que antes, pero marcha, y que las personas hoy cómo ayer se emocionan con las mismas cosas que podríamos llamar universales, porqué son inherentes a la condición humana; quiero decir que ser persona implica ser capaz de ponerse en el pellejo ajeno, acompañar al amigo y al desconocido en la desgracia, reírse con los mismos chistes, sentirse orgulloso al prestar ayuda o auxilio al que lo necesita y llorar con las mismos infortunios, sean o no ajenos; y un larguísimo etcétera.
Porque si hablamos de valores, a los que se concede una importancia esencial ya que son imprescindibles para la convivencia en sociedad, tendremos que aceptar primero, que en realidad es algo más bien artificial y que cambia con el tiempo, la época y las gentes que de ella forman parte; y segundo que quién se proclama su garante acaba por querer imponernos su particular punto de vista. Por eso, son relativos, y como tales mejorables.
He escuchado que lo que caracteriza los tiempos actuales es la ausencia total de paradigmas, el eclecticismo que nos invade, y la falta de grandes ideales. Por si no he sido claro hasta ahora, lo vuelvo a decir, no puedo estar más en desacuerdo.
Y es que como digo, el problema está en que aun no ha pasado el tiempo necesario como para que podamos discernir entre las grandes tendencias que dominan hoy el mundo.
Por no poner un ejemplo político, recurriré a uno de carácter social; diré que la confusión y el desconcierto ante la creación artística de la actualidad, cuyo principal postulado es el “todo vale”, con el tiempo desaparecerá; y lo hará porque poco a poco se irán puliendo las tornas, y eso que hoy vemos como un exceso de apertura, o al revés, una escasa lista de requisitos que hay que cumplir para considerar algo como una obra de arte, dejará de asaltar nuestras mente inquietas, porqué al fin, el proceso de filtrado absoluto que supone sin excepción el paso del tiempo, distinguirá lo superficial de lo importante.
Y lo mismo pasa si aplicamos esta idea al resto de elementos que aparecen implicados en la vida del grupo, de la masa, de la sociedad. Pero no voy a dejar de decir que me parece hasta cierto punto peligroso que se utilice la incapacidad para asumir que todo es continuamente cambiante, y que nada se mantiene de forma eterna para vendernos un estado de cosas poco menos que caótico y al borde del abismo.
Lo que me hace estar seguro de estas palabras es que las cosas importantes que hacen que uno se sienta orgulloso de ser humano, de ser persona; esas cosas que emocionan y que son propias del hombre desde que es hombre, aparecen desde los primeros tiempos, y se mantienen en la actualidad. Pero esto, no es más que reiterarme.
Así que de falta de paradigmas nada de nada, simplemente valores cambiantes y relativismo al analizarlos; en todo caso podemos decir que estamos en un momento de revisión en el que los reescribimos, pero esto, sería concedernos una importancia que solo el futuro puede demostrar como verdadera. En fin, ya lo dije, se trata de falta de perspectiva.